Diario de Viaje por Estados Unidos de América. ( 21-09-1990 / 07-10-1990 )

Esta es una de esas asignaturas pendientes que sabes que al final la tienes que superar, por la cuenta que te trae, si quieres quedar en paz contigo mismo. Pero ya no sólo por ti, estas cosas se hacen en realidad como un legado para los que vengan detrás.

Es algo así como cuando empecé mi árbol genealógico. Un trabajo también muy laborioso de investigar el pasado, tu propio pasado, para más tarde los que te sigan sólo tengan que ir haciendo un apunte de vez en cuando.

Aquí no habrá apuntes luego, sino simplemente ganas de leer:

“Lo que escribió mi abuela, cuando viajó a América con mi bisabuelo”.

Han pasado muchos años desde aquél viaje, y lo mejor es que parece que fue ayer mismo; ilusa de mí. Pero bueno, casi es mejor así, porque se ve todo con otra perspectiva, sin los visillos que cuelga el tiempo enturbiándolo todo.

Me ha costado encontrar aquel cuaderno de viaje, pero ha merecido la pena. Estaba metido en una carpetita de aquellas azules, hoy muy descolorida, aunque los elásticos aún aprietan. Dentro, no sólo estaba el cuaderno, también he encontrado todo tipo de notas, recortes, entradas… muchas cosas que tenía hasta olvidadas y que ayudarán a refrescar mi memoria.

También conservo dos álbumes de fotos, seis carretes de los de antes, con muchas cosas curiosas pegadas a él. Lo iré usando como ilustraciones, que el colorido siempre ayuda.

Los distintos capítulos irán con la fecha en que fueron escritos, tal y como está en el cuaderno, y después haré observaciones actuales de cosas que me vaya acordando, a modo de notas numeradas.

Me espera un largo trabajo, que me tomaré con calma, porque lo que me costó escribir algunas de esas páginas, "rota” de cansancio en la habitación de un hotel después de un largo día, valen el esfuerzo de repetirlas. Ahora lo tengo más fácil y cómodo, así que lo empezaré con todos los ánimos que me pueda auto infringir.

Espero que lo disfrutéis, y os sirva de algo, aunque sólo sea para pasar un buen rato de lectura viendo fotos antiguas.


Capítulo 18 (04-10-1990)


Cataratas del Niágara.


Puente-frontera del "Arco Iris", y lado americano con su catarata.


Nos hemos tenido que levantar a las seis de la mañana para volar hasta Búfalo, estado americano fronterizo con Canadá y más cercano al Niágara. El viaje de ida ha estado muy bien, de una hora de duración y sin inclemencias. Cuando llegamos allí nos esperaba una furgoneta para diez personas, pero llovía a mares y teníamos aún que recorrer otra hora por carretera. [1]

Ya desde lejos, conforme te vas acercando, sorprende cómo se divisa la gigantesca “nube de agua”, que forman las caídas de agua de las cataratas. Por eso no es de extrañar que allí nos dieran chubasqueros gratis -todos amarillos que van arrancando de un rollo tipo bolsa de basura- para evitar calarse de agua sólo de andar por los alrededores.

El paisaje ha vuelto a cambiar totalmente, todo es muy verde y con zonas ajardinadas muy cuidadas. Nos acercábamos a Canadá, y allí nos esperaría mucho más y mejor de lo mismo. Me gustó muchísimo este aspecto de Canadá, sin dudas creo que es un país para visitarlo en exclusiva. Se notaba todo muy tranquilo y cuidado, cualidades dignas de admiración.

La frontera como tal está justo en la mitad del río Niágara, en la mitad del puente que lo cruza, llamado “Rainbow”= “Arco Iris”. Muy bien puesto el nombre porque por lo visto suele verse el arco iris en él, y yo tuve la suerte de captarlo con la cámara en un momento del día. [2]

También tiene muy bien puesto el nombre el río Niágara, que significa “ruido” en indio, ya que es así, el sonido constante de las caídas de agua llega a ensordecer. Pero por esa monotonía llegas a no oírlo, ni sentirlo incómodo, al poco de estar allí.

Al estar la frontera en medio del río, y haber dos caídas de agua, cada una pertenece a un país. La más famosa es la canadiense, y es que es la más espectacular, la llamada “Herradura”, por recordar a la herradura de un caballo. Sin embargo, la central hidroeléctrica que existe allí mismo, en territorio canadiense, está explotada por Estados Unidos. Hay como un acuerdo: yo regento la central y tú te encargas del turismo. [3]

Catarata Canadiense "La Herradura", con la central hidroeléctrica al fondo.


El día ha tenido un clima muy cambiante, cuando llegamos había dejado de llover, luego estaba muy gris, pero ya por la tarde lució un sol precioso y limpio, que fue cuando salió el arco iris y pude captarlo después de una buena carrera desde el lugar donde comíamos.

Había muchísimo ambiente, todo turístico, con muchas tiendas, sitios donde comer, y preciosos hoteles, donde por lo visto es típico acudir a ellos en una escapada romántica. Las habitaciones están decoradas con todo tipo de alusiones amorosas: camas con forma de corazón, bañeras con jacuzzi para compartir… hay muchas ofertas en paquetes de viaje donde te incluyen cualquier capricho que se le ocurra a la pareja. Por eso mismo, es típico también para ir de viaje de novios americanos, como luna de miel recién casados.

Todos uniformados, con los chubasqueros amarillos "de rollo".


Hay también un recorrido interno por la montaña perteneciente a la central hidroeléctrica, con interminables pasillos, algunos de ellos terminando justo detrás de las cortinas de agua, y otros en miradores como el de las fotos. Es ahí donde más cerca se puede uno acercar a ellas, y no hay que decir que el espectáculo está asegurado. Son sobrecogedoras.

Pero el hombre ha añadido un espectáculo más al de la naturaleza, y no es otro que el “Skylon Tower”. Una torre de hormigón con 160 metros de altura, y en cuyo alucinante “platillo volante” de la punta hay de todo lo que se te pueda ocurrir, hasta un restaurante giratorio. Se llega arriba con otros tantos sugestivos ascensores amarillos externos (el pilar es sólo hormigón), y no puedes dejar de subir por mucha sugestión que te de, porque arriba te espera uno de los más bellos miradores del mundo. (“Toronto entero, torontontero”)

Skylon.


Fue muy curiosa la presencia española, con un artilugio que llaman así: “La canasta española”, por ser un español el inventor. Es como un teleférico a modo de jaula, donde te montas y cruzas las aguas. Muy impresionantes, así como el barquito que dentro del río se acerca al pie de la caída de la catarata. No probamos en ninguna de las dos. Estábamos servidos de emociones fuertes.

La Canasta Española.


Ya de noche, con la vuelta en avión, nos esperaban emociones fortísimas sin saberlo: dos horas de retraso, tormenta eléctrica, avión viejísimo y turbulencias para dar y regalar. Pero ha sido un día inolvidable donde todo ha merecido la pena.


Notas en la actualidad:

[1] Recuerdo que en ese trayecto, el guía nos dijo que había muerto el segundo marido de Carolina de Mónaco. La noticia me pareció de otro planeta, es curioso cómo se aleja uno de las cosas cuando está de viaje, se pierde la noción de muchas cosas.

[2] Justo en medio del puente hay unas cabinas con barreras de las dos policías, pero las oficinas fronterizas en sí están en el lado americano, antes de empezar a cruzar el puente. Allí te sellan el pasaporte y puedes cambiar dinero. Ya que todos los posibles recelos están del lado americano. Los canadienses en cambio están encantados con las visitas y sobre todo con la entrada de dólares americanos. En las distintas compras y pagos que hicimos querían de estos dólares y te daban la vuelta en los suyos, con menos valor.

[3] Listos estos americanos, porque aunque el turismo es un fluir constante, esa central es importantísima para los Estados Unidos. Es más, estando allí, nos dijeron que los americanos planeaban explotar también turísticamente la caída americana, construyendo miradores.


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