En el avión.
Son las 15:45 por mi reloj.
Volamos en el Boing 747 conocido como “Jumbo”, destino Los Angeles, saliendo de Madrid con una hora de retraso por la puerta número 7; buen presagio a pesar de la espera.
Este impresionante modelo de avión, resulta ser como el bautizado con el nombre de “Cervantes”, donde trasladaron el Guernica de Picasso desde Nueva York a Madrid en plena transición española, poniéndose tal galón el ministro del momento: Pío Cavanillas.
Hace un rato, nada más comer, y cuando me disponía a levantarme para lavarme los dientes, hemos pasado todos un susto de varios segundos. Parecía que se caían las 18 ruedas que lleva este chisme, pero por lo visto ha debido ser una pequeña turbulencia. Se pasa miedo a ratitos, cuando piensas que vamos a 10.000 metros de altura, 900 kilómetros de velocidad a la hora y con capacidad para 430 personas; aunque sólo vayamos unas 150.
Estaremos volando 12 horas ininterrumpidas, con una diferencia horaria de 9 horas cuando aterricemos en Los Angeles. Ahí es nada [1].
Hay mucha gente tumbada a todo lo largo de la gran cantidad de asientos vacíos, sobre todo en los salones cercanos a la cola. Al parecer se toman algo para dormir todo el viaje y sufrir menos el “jet lag”. A eso se le llama “experiencia transoceánica” [2].
Pero a mí la excitación me impide dormir, además espero para ver la película “Cinema Paraíso” aunque ya me la contó Esperanza, paseando por la playa de Valdelagrana este verano.
El ambiente es excesivamente tranquilo, todo en penumbra, en silencio casi absoluto. La gente camina descalza con unos patucos que te dan en un kit de viaje, y hay poco movimiento en general, alguna charla a media voz, algún juego de cartas, lectura, televisión y sobre todo eso: mucha gente durmiendo.
Después de seis horas volando se ve al fin tierra americana [3], pero aún nos quedan otras tantas de vuelo sin parar. Hay que pensar que Estados Unidos es casi tan ancho como el Océano Atlántico, y si se va a la costa del Pacífico, queda otro tanto.
Durante un vuelo tan largo hay momentos en que te sientes como “acorchada”, a ratos cansada, a veces agobiada, y por supuesto ilusionada por estar viviendo algo tan esperado…, en fin, que te da tiempo para todo.
He estado hablando con una chica madrileña que lo tiene peor si cabe. Está casada con un australiano y se dirige a su casa en Australia, va a cambiar de avión en Los Angeles, así que le quedan otro montón de horas volando hasta cruzar el Pacífico. Le he preguntado por qué no le daba la vuelta a la “bola” en el otro sentido, que es mas corto, y ella me ha contado, con mucha razón, que ya lo ha intentado pero que las líneas aéreas de oriente son un desastre [4].
Notas en la actualidad:
[1] Antes de despegar nos parecía increíble que aquel “pajarraco” tuviera una autonomía de vuelo de 12 horas, y sobre todo que fuera rentable con tan pocos pasajeros abordo. A este modelo de avión (1970-2006) se le conocía como “Jumbo”, y también por otros muchos sobrenombres, como “Reina de los cielos”. Lo impresionante de su anchura –casi de avión militar-, su altura -como un edificio de seis plantas-, así como los cuatro motores y los dos niveles, hace de él un avión fácilmente reconocible desde lejos. Cuando entras lo primero que te encuentras es la escalera de caracol para subir al segundo nivel de pasajeros, con una única sala. En cambio en el nivel principal, las salas se suceden una tras otra, con dos pasillos y tres bloques de asientos. Las distintas salas están separadas por grandes pantallas, donde ver películas a lo largo de la travesía.
[2] Sin lugar a dudas es el mejor método para viajes de ese tipo. Te evitas luego muchos trastornos de sueño y alimentación. Después de 3 o 4 horas de vuelo, hasta las 12 finales, se hace bastante insoportable, pero ya es demasiado tarde para doparse. De todas formas, tampoco te quieres perder vivir una experiencia así, estando dormido todo el rato.
[3] Mi primera vista de América, fue bastante decepcionante por cierto: desierto y más desierto. Pero ya te das cuenta de la inmensidad de país que te espera allí abajo. Intentas visualizar alguna ciudad, pero eso es imposible. Es más, es que ni siquiera ves campos cultivados. A esa altura y velocidad no puedes ver gran cosa.
[4] Hay que reconocer que Iberia tenía una gran calidad de condiciones y servicios. Más tarde viajaríamos en otras compañías americanas -como la Panam- y nada que ver. También supongo que habrá compañías mejores, y también dependerá del momento. Como sucede ahora mismo, donde la grave crisis que padecemos se hace notar en la mayoría de las compañías aéreas. Sin embargo el final del viaje, en el vuelo de vuelta desde Nueva York a Madrid, también con Iberia, fue muy malo, ya que el avión volvía a tope de gente, con todas las incomodidades que eso supone en un espacio tan reducido. A parte que el avión no era tan grande como este.